La noticia
fue el tema de los medios los siguientes días. Los menos prefirieron coincidir
con el boletín de prensa del INEGI que resaltó, contra su costumbre de
presentar los datos sin interpretaciones explicitas, que para el caso de
Chihuahua “…se observa una reducción de un 30 por ciento respecto al indicador
observado en el 2010”.
Otros, como
el periódico La Jornada, se centraron en que el dato nacional es “…160 por ciento superior al número de homicidios
perpetrados en 2006, año en que concluyó la primera administracióndel Partido
Acción Nacional (PAN)”.
En cambio, en
un absurdo manejo de la lógica básica, el Gobernador
de Chihuahua y el Secretario de Seguridad de Sinaloa, dos de las entidades con los mayores índices de homicidios,
cuestionaron la cantidad de homicidios que se publicó, pero afirmaron que coinciden con el INEGI
en que hay una tendencia descendente en esos totales.
A la
complejidad del análisis de esta información se le sumó lo que cada uno
interpretó o quiso entender como “homicidios reportados”. Mientras el INEGI se
refería a “defunciones accidentales y violentas”, La Jornada cuestionaba que esas cifras no concuerdan con los datos oficiales
de 11 mil 890 personas asesinadas por “presunta rivalidad delincuencial o en
enfrentamientos entre autoridades y grupos criminales”. y Luis de la Barreda Solórzano asumió que los datos se refieren sólo a los
homicidios intencionados.
Además de la
tragedia nacional que implica la magnitud y rápido crecimiento de
los asesinatos, este caso nos permite revisar la complejidad de presentar
y analizar información estadística de varios años, desglosada geográficamente y
originada en el compendio de registros administrativos.
Veamos la primer parte de este problema. Para el
caso de México, suponiendo la opción de una gráfica de líneas, lo que se
destacaría son los estados con el índice de homicidios más altos en los
siete años recientes: Chihuahua, Guerrero, Sinaloa, Durango y Nayarit. Las
líneas del resto de los estados son un trama abigarrada, más compleja de
desenmarañar que el estambre testereado por un gato y poco nos pueden decir
sobre su dimensión y dinámica.
Por eso, no es raro que la conclusión del INEGI, que además de querer contribuir al discurso oficial de que está funcionando la estrategia federal contra el crimen organizado, resalte la fuerte reducción en el número de homicidios registrados en Chihuahua en el último año. Pues en estos gráficos sólo se puede resaltar algunos casos, los que tiene los máximos valores.
Por eso, no es raro que la conclusión del INEGI, que además de querer contribuir al discurso oficial de que está funcionando la estrategia federal contra el crimen organizado, resalte la fuerte reducción en el número de homicidios registrados en Chihuahua en el último año. Pues en estos gráficos sólo se puede resaltar algunos casos, los que tiene los máximos valores.
¿Pero cómo
tener una visión global de lo que pasa nacionalmente, sin perder la
especificidad de cada estado? En primer lugar, asumiendo una perspectiva de
largo plazo en el análisis de los datos recientes. Esa perspectiva, si la serie es suficientemente prolongada, permitirá conocer si el fenómeno tiene algún tipo de ciclo y, en su caso, a que fase de este corresponden los datos más recientes
En segundo lugar, recurriendo a formas novedosas para analizar y presentar la información. Una de esas posibilidades es evitar el uso de gráficos y recurrir a los formatos condicionales que brinda el Excel, que puede colorear los valores de una tabla a partir de tres colores que definen los rangos bajos, medios y altos de una escala. Para el caso que nos atañe, optamos por una graduación que imita las escalas de la temperatura de cualquier cuerpo, desde el azul, hasta el rojo, pasando por el blanco.
En segundo lugar, recurriendo a formas novedosas para analizar y presentar la información. Una de esas posibilidades es evitar el uso de gráficos y recurrir a los formatos condicionales que brinda el Excel, que puede colorear los valores de una tabla a partir de tres colores que definen los rangos bajos, medios y altos de una escala. Para el caso que nos atañe, optamos por una graduación que imita las escalas de la temperatura de cualquier cuerpo, desde el azul, hasta el rojo, pasando por el blanco.
El resultado
es el siguiente:
Como toda
ilustración, estas forma de presentar los datos puede afirmar cosas muy distintas, dependiendo de la intencionalidad de sus
autores y lo que se quiere resaltar u ocultar . Esto se reflejará en opciones de diseño, que para este caso pasa por definir los
límites de los rangos y los colores y tonos elegidos. Para este caso, como en la diversidad de temáticas a revisar en este blog, asumimos que toda representación o ilustración tienen y debe tener una
intencionalidad .
Para este gráfico se utiliza como valor medio (color blanco) el menor valor registrado nacionalmente (8.30 homicidios por cada 100,000 habitantes en 2007), como límite inferior (color azul) el menor valor estatal (1.79 en 2010 para Yucatán) y como límite superior (color rojo) cinco veces el valor medio (41.48).
Para este gráfico se utiliza como valor medio (color blanco) el menor valor registrado nacionalmente (8.30 homicidios por cada 100,000 habitantes en 2007), como límite inferior (color azul) el menor valor estatal (1.79 en 2010 para Yucatán) y como límite superior (color rojo) cinco veces el valor medio (41.48).
Como se
ve, cuando el índice supera los 41 homicidios, el dato aparecerá en rojo.
Incluso, como en el caso de Chihuahua, cuando su valor bajó de 184 a 131,
seguirá marcado con ese color en su tono más intenso. De esta manera, se
establece y se parte de la idea de que hay un techo a partir del cual se asume que la situación de inseguridad
es muy grave; pues supera una tendencia histórica y los promedios nacionales.
Pero sobre todo, se asume que a partir de determinado valor este índice está en
contra de las condiciones mínimas de convivencia y seguridad a la que tiene
derecho toda población.
De la tabla se pueden inferir varias cosas,
anotemos algunas:
- El índice nacional de homicidios es el mayor de los últimos 20 años.
- A partir de una reducción continua del índice nacional, desde 1995, en los últimos cuatro años casi se triplicó su valor.
- Existen importantes desviaciones entre los índices estatales y el promedio nacional. Pero en 2011 esas desviaciones son más acentuadas que al inicio de los años noventa, por lo que los homicidios se concentran en menos estados pero estos tienen índices más elevados.
- Algunos estados han permanecido en esas dos décadas con los índices más bajos de toda la República (Yucatán, Aguascalientes, Baja California Sur)
- El mayor deterioro del índice lo registra Nuevo León, pues en 1990 tenia el menor índice de todo el país.
- Varios de los estados del pacífico (incluyendo Durango), con altos índices en los años 90’s siguen teniendo los mayores índices en el 2011. Sin embargo, pareciera que hay un cambio en el origen de violencia que provoca esos homicidios y en su ubicación, ahora trasladados y concentrados en los espacios urbanos.
- En contraste, Oaxaca tiene un índice que apenas llega a la mitad de lo que registró en 1990 y está ahora por debajo del promedio nacional.
- Para sorpresa, el índice de homicidios de Michoacán también esta por abajo del promedio, mientras Nayarit, muy lejano de las ocho columnas de los diarios, es el quinto estado con el mayor índice de muertos por esta causa.
- En los estados en que ha despuntado el índice de homicidios, esto también ha implicado un crecimiento significativo en e número de mujeres afectadas. El caso más grave, es el de Chihuahua.
- Durante los noventas y algunos años del inicio del siglo XXI, Oaxaca, Guerrero, Chihuahua y el Estado de México, eran las entidades con los índices más altos de homicidios contra mujeres. El caso más grave era el Estado de México.
- Contra el lugar común. Antes de que Peña Nieto gobernara ese estado, el índice se había reducido a la mitad, acompañando la tendencia nacional. Durante el gobierno de Peña el índice bajo un poco más y la entidad se encontraba, para el 2010, por abajo del promedio nacional, más por el crecimiento del índice nacional que por una sorprendente evolución de índice estatal.
Todas estas conclusiones son sobre el número total
de homicidios, sin diferenciar los imprudenciales de los intencionales. Por
eso, una cuestión central es hasta donde estas cifras permiten inferir la
evolución de los homicidios intencionales y de estos, los provocados por la
“rivalidad delincuencial o en enfrentamientos entre autoridades y grupos criminales”.
Pero antes de
tejer sobre esas distinciones, hay que tomar en cuenta la segunda dificultad en
el análisis, el que estos datos derivan de la integración de registros
administrativos. Estos registros provienen de los Ministerios Públicos y el
registro civil, en los cuales, se debe presumir que una muerte es violenta o
no, para después suponer que se trata de un presunto homicidio, accidente o
suicidio. Incluso, cuando el medico legista o cualquier otro funcionario que
realiza esa evaluación considera no tener los elementos para hacer tal
distinción, puede registrar la muerte como violenta, pero sin conocer el
origen. De esta manera, la cifra de homicidios puede ser subestimada al
registrar algunos casos como accidentes, suicidios o “se ignora”.
Suponemos que
el número de homicidios imprudenciales, originados en una diversidad de
situaciones, especialmente accidentes de tránsito y trabajo, se deben mantener
más o menos constantes en períodos cortos (Así ocurre con los accidentes
mortales no clasificados como homicidios). Por esa razón, y asumiendo que los
“errores” de clasificación de las defunciones se mantengan constante; para
periodos relativamente breves, de rápido crecimiento de esta tasa, se
puede asumir que la evolución del índice de homicidios responde al cambio en el
número de homicidios intencionales.
A partir de
esa idea, y tomando en cuenta que por cada dos homicidios dolosos hay uno
culposo, (Ver las Estadísticas Judiciales en Materia Penal) el crecimiento del índice de
homicidios fue cercano al 190% y el de los homicidios intencionales de 280% en el último cuatrienio.
Pero
distinguir de los homicidios cuáles están vinculados con el crimen organizado y
cuáles responder a una violencia social cotidiana, desorganizada, es más
complejo y no se puede intuir a partir de la estadísticas que ahora comentamos.
Tan sólo se puede suponer que la evolución en el número de homicidios
originados en estas dos causas puede tener dinámicas semejantes.
Sin embargo,
hemos planteado que puede haber una subestimación del índice de homicidios. Por
ejemplo, en el 2010, Durango tenía un índice de 67 homicidios por cada 100,000
habitantes de la entidad, pero al mismo tiempo su índice de “se ignora” la causa de la muerte violenta llegaba
a 13.3. Si el crecimiento de este último índice correspondiera en su mayoría a
homicidios, este fue en realidad el segundo estado con el índice más alto
de homicidios en ese año.
Para el último cuatrienio, Guerrero, Chihuahua y Coahuila presenta un crecimiento simultáneo de su
índice de homicidios y de los casos en que se ignora si fue homicidio u otro
tipo de muerte violenta.
Durante los
años 90's, los altos índices de muertes violentas, bajo
la categoría de "se ignora", de los estados de Michoacán,
Veracruz, Tabasco y el Distrito Federal nos hacen presuponer que los indices
reportados de homicidios y de otras muertes violentas, estaban subestimadas. En
casos extremos, como Tabasco, en algunos años fue mayor el indice de "se
ignora" que el de homicidios.
Para concluir, un breve punteo sobre los homicidios
contra mujeres.
- En los
estados en que ha despuntado el índice de homicidios, esto también ha
implicado un crecimiento significativo en e número de mujeres afectadas.
El caso más grave, es el de Chihuahua.
- Durante los
noventas y algunos años del inicio del siglo XXI, Oaxaca, Guerrero,
Chihuahua y el Estado de México, eran las entidades con los índices más
altos de homicidios contra mujeres. El caso más grave era el Estado de
México.
- Contra el lugar común. Antes de que Peña Nieto gobernara ese estado, el índice se había reducido a la mitad, acompañando la tendencia nacional. Durante el gobierno de Peña el índice bajó un poco más y la entidad se encontraba, para el 2010, por abajo del promedio nacional, más por el crecimiento del índice nacional que por una sorprendente evolución de índice estatal.